Imagen: La sala de clases en la mente de un niño de 9 años. (Año 2011)
Una Máquina para Educar: He realizado un ejercicio pidiéndole a un alumno que dibuje su sala de clases. Como toda respuesta ante mi solicitud el niño exclamó “No pretenderás que dibuje 30 sillas y 30 mesas”. Fíjese bien. No dijo 30 compañeros o niños, señaló sólo los asientos. De esto está compuesta el aula en su mente. Acordamos en que no era necesario colocar cada uno de los muebles y entonces accedió feliz a dibujar su aula. En ella distribuyó ordenadamente a sus compañeros: un niño, una niña, un niño. Y en la fila
siguiente el orden se invertía.
Al poner atención a los cuerpos de sus compañeros pude observar que carecen de brazos y piernas. Es que si lo piensas bien, en su experiencia de niño pequeño el cuerpo no es necesario en el aula: tan sólo requiere cabeza y tronco que te fije en el banco. El cuerpo de estos niños es un cuerpo-mesa, no sabemos dónde comienza uno y termina el otro. Como una suerte de centauro escolar.
El aula es un adentro que da la espalda al mundo. Atrás, pequeño, un globo terráqueo nos recuerda que el mundo existe. Las ventanas de un azul furioso, único color vivaz de la imagen, señala que hay vida más allá de la escuela. El aula sin puertas. Tan sólo pizarrón, escritorio y pupitre, objetos
representantes del saber escolar, adultocéntrico. En una esquina, poseedora de un cuerpo completo pero sin color, está la profesora: Una persona ajena, que pertenece a otro mundo, se la pinta lejana, transparente y sin substancia, casi irrelevante.
Los cuerpos enseñables
Este orden del aula, reconocible por cada uno de nosotros por su singularidad, no es algo casual. Responde a la microtecnología diseñada entre los siglos XVII y XIX cuya función es clasificar, vigilar, controlar, adiestrar, normalizar y excluir los cuerpos dóciles, de modo de hacerlos gobernables. Una tecnología que empodera a algunos y establece relaciones de dominación sobre otros. Busca regular tanto el cuerpo individual de cada niño y adolescente como el cuerpo social, la población, a todos. Este poder se organiza entre grandes espacios de encierro: la cárcel, el manicomio, la iglesia, el ejército, la escuela.

Adaptación de: El Cuerpo en el aula: Ordenaditos, calladitos y bien peinados.
Precht, (2011).
¿Hasta qué punto la Pedagogía Tradicional forma parte de la Pedagogía contemporánea?
Y, ¿Existe alguna pedagogía contemporánea, una neopedagogía? ¿Cuál?
¿Somos multiplicadores de un modelo de enseñanza dominante porque bajo ese esquema también nos formamos en las universidades?
¿Formamos parte de esa máquina para educar?
¿Qué hacemos cada vez que encontramos el escritorio y los pupitres organizados de una manera diferente a la tradicional?
¿Qué o quién debe cambiar: el currículo, las metodologías, los salones, los estudiantes, nosotros?
¿Hemos probado otras alternativas de organización áulica?
¿Nuestros estudiantes escogen siempre el mismo sitio para sentarse. ¿A qué crees que se deba esto?
¿Será suficiente sólo cambiar la organización de los asientos?
¿Y la expresión, la comunicación, los afectos, se hacen visibles en el aula?
¿Hemos intentado desarrollar otra forma de llegar a nuestros estudiantes?
Carolina Arenas, (2016)